Leido en diario La Capital, de Rosario.
Escribo en respuesta a la carta de lectores “En el lugar del otro”, publicada el 2 de diciembre y firmada por Mario Raimondi.
Imagínate haber nacido a pocas cuadras de una villa miseria: esa es tu realidad, muy cerca tuyo ves robos y droga todos los días.
A tu alrededor tu familia y tus vecinos viven en las mismas condiciones de miedo simplemente al caminar por la calle para ir a trabajar o a la escuela.
Vas creciendo y no te queda claro por qué hay mucha de esa gente que tiene TV por cable, luz, gas y agua gratis, y tus viejos tienen dos trabajos y aun así no les alcanza para pagar todos los impuestos; pero bueno así es la vida.
Los días pasan y tus padres te mandan a la escuela primaria de la zona, donde quizás aprendas muchas cosas; pero no, ayer entraron a robar y se llevaron todo, pero como lo que había no tenía mucho valor también rompieron los baños y los vidrios. ¡Ah, mami!, no va a haber clases toda la semana y no te olvides de pagar la cooperadora porque dijo la directora que estás dentro del 30% que paga y mantiene la escuela.
Como no hay clases, salís a la canchita a jugar a la pelota con tus amigos, pero al rato viene una bandita de la villa y los echa con insultos y empujones porque dicen que ese lugar para jugar es de ellos. Ustedes les dicen que habían llegado primero pero es peor, uno de ellos saca un cuchillo y los amenaza. Vos y tus amigos se vuelven a casa. ¡Ah, mami!, me robaron las zapatillas de marca “trucha” que me compraste el mes pasado. Vos querés ayudar a juntar la plata para las zapatillas, así que vas a lo de tu vecina a cortarle el pasto de la vereda, pero esta vez la señora te dice que no puede pagarte porque cuando volvía de cobrar bajó del colectivo cerca de la villa y le arrebataron el bolso con toda la jubilación.
A veces vienen al barrio a repartir cosas antes de las elecciones, así que vas y te ponés en la cola; te miran feo porque no vivís en la villa y ves cómo los de adelante apretan a la asistente social que tiene que repartir, y cargan varias cajas en autos que no sabés de quién son; cuando llegás a la mesa te dicen que no estás en "la lista". Volvés y le contás a tu mamá que sólo repartían a los que estaban en una lista y para que te anoten tenías que haber ido a cortar la calle al “piquete” de la semana pasada; sí, sí ese que no dejó pasar al colectivo y que hizo que todos los pasajeros tuvieran que caminar 10 cuadras.
En la escuela te enseñan que el Estado se encargará de darte condiciones seguras para crecer, trabajar y hacer tus sueños realidad. Pero en la práctica no lo entendés, ¿por qué entonces la policía no persiguió al que te robó las zapatillas?, ¿sólo porque se metió en la villa?; ¿por qué no condenaron a los que cruzaron un cordón de cemento en la autopista para robarle el auto a mi tío y nadie se hizo cargo de los gastos de la operación para salvarle la vida por el choque?, ¿sólo porque estaban drogados y no entendían lo que hacían?; ¿por qué mi vecino tuvo problemas con los organismos de derechos humanos cuando le tiró un piedrazo a un ladrón que se le estaba metiendo por la ventana del negocio después de haberle reventado la persiana?, ¿por qué estas entidades nunca están cuando golpean, roban, matan, violan o saquean a un laburante o a un comerciante común que no sea de la villa?
¡Ah, mami! con lo que junté limpiando el lío de la tormenta de granizo no me alcanzó para comprar las chapas en el corralón, pero no te preocupes porque de última compraremos esas nuevitas que venden en la villa por 15 pesos, total a ellos seguro después les dan otras. ¿No será hora de que empecemos a pensar en el estudio y el trabajo como la única forma de conseguir cosas, con igualdad de condiciones y justicia para todos, independientemente si sean pobres, clase media o ricos?
La otra cara de la moneda
Posteado por Pendragon a las 9:14 p. m.
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1 comentarios:
Una clara muestra de como ve la clase media a los pobres en Argentina. Los ven como el enemigo.
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