Obsesivo yo?

Anoche veía "El Caso Thomas Crown" y pensaba: que groso un tipo que no se le escapa ni una.
El personaje esta brillantemente construido: rico, exitoso y con una terrible obsesión por el control total. Tiene todo planeado, todo armado, todo previsto, todo ocurre de acuerdo a lo por el estipulado.

Sin entrar en debates sobre que tan "de diván" es la idea, me gustaría tener esa clase de control sobre las situaciones. Soy, por naturaleza, controlador. No controlador en el mal sentido, no celo a mi pareja -al menos no en exceso- no reviso emails ni carteras ni libros ni camperas.
Es una elección: elegí confiar ciegamente.

Pero si controlo todo lo que me rodea, en la medida de lo posible: trato de preveer las cosas que "puedan suceder" que de alguna manera directa o indirecta puedan afectar mi vida o la de mi pareja. Tratar de conocer de antemano todo aquello que no sea variable, todo lo que mediante
observacion y estadística me permita anticipar un estado de situación, si es previsible, es entendible y por ende debe presentar algún tipo de patrón de comportamiento.

Lo variable me asesina. Odio las variables. Lo que no depende de mi me saca. Aquello que amenaza mis planes es aquello que se transforma en enemigo intimo.

Detallista obsesivo de lo que nadie presta atención y al mismo tiempo desesperante hacia las cosas que los demás creen que merecen atención y yo hago una vista obesa. Organizo mentalmente, por ejemplo, como voy a gastar las monedas en el transporte publico: siempre elijo gastar las de 10 centavos primero, porque eso elimina la mayor cantidad de monedas de
mi bolsillo, donde es molesta tenerlas, pero si no tengo, elijo que mejor combinacion de las restantes me conviene en función de viajes futuros: por ejemplo, si tengo 80 centavos y necesito 90, elijo gastar un peso y así conseguir la moneda que necesitare mas adelante en el día.
Pero si no, gasto una de 50 y dos de 25 solo si se que no las voy a necesitar para pagar alguna otra cosa que me lleve esos 25 centavos, en ese caso busco usar monedas de 50.

La forma de abrir la puerta de mi casa es otra cosa que tengo estructurada: es casi un mecanismo de relojería. Si yo abro la cerradura de arriba, mi mujer ha de agarrar la de abajo y luego la del centro. No tiene sentido abrir el centro (que es la que efectivamente abre la
puerta) sin destrabar la de abajo antes. Al cerrar es lo mismo: quien abrió la cerradura central es quien debe cerrarla, ya que tiene la llave en la mano. Seria una perdida de tiempo tener que cambiar de llave para cerrar la superior o inferior, para luego volver a elegir la llave del
centro. Dos segundos implican la diferencia entre agarrar un colectivo o llegar tarde al laburo.

La orientación de mi mousepad es otra cosa controlada: la sección de medialuna amarilla entretejida debe estar apuntando hacia la izquierda, dejando la sección blanca lisa hacia la derecha. Esto tiene incluso una razón técnica: el mouse óptico no detecta bien las zonas lisas y
responde mal. Por eso, la parte en la que el mouse mejor se desplaza tiene que quedar cerca del teclado, a mi izquierda, donde uso el mouse.

Haciendo zapping, la cantidad de tiempo que un canal tiene que estar visible es algo vital para mi compresion. Por mas rápido que vaya, si cambio el canal es porque ya tuve la suficiente informacion visual como para decidir si me interesa o no. A veces son segundos, a veces
microsegundos. Por eso me desespera cuando mi mujer hace zapping, o los televisores que tardan en cambiar de canal: no es porque vaya mas o menos rápido, sino porque no va al ritmo que yo necesito para decodificar la imagen.

No soporto ver mis dvds sin etiquetas. Un disco en blanco es una afrenta a mi persona. Todo tiene que tener etiqueta. No importa realmente si después queda tirado en el piso. Odio tener que agarrar el disco y meterlo en mi pc para saber que es. Uno debería poder ver el disco y
SABER lo que hay adentro. Los discos en blanco son la espina de la humanidad.

Hoy, tomando café con mi mujer, me había pedido en el Cofee Store de Puerto Madero, un café "Tentacion", que venia con un montón de crema batida, una capa gruesa y rica. Yo, con exactitud milimetrica, me tome el laburo de hacer con la cuchara un agujerito en la capa de crema, vertí por ella tres sobrecitos de azúcar y al meter la cuchara (por ese mismo agujerito), revolví el café, tratando de mover la cuchara abajo pero sin molestar a la crema arriba! Había quedado perfecto: dulce, bien mezclado y con una exquisita capa gorda de crema arriba de todo.

Mi mujer mete la cuchara y me revuelve todo el café como si fuera la comida del perro, arruinándome la crema y mezclandomela con el café!! ¿Para que cuernos hago todo el esfuerzo??


En fin, ahí esta, una nueva faceta de mi personalidad que pocos conocen.
Hay mas profundidad en la madriguera del conejo, Alicia. Es solo cuestión de seguir adelante.

Pero mientras tanto, les dejo la mejor escena de la peli, donde todo sale a pedir de boca, gracias a una planificación envidiablemente detallada.

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